El juego de roles, también conocido como juego simbólico o de fantasía, ha existido desde siempre. Durante siglos, los niños pequeños de todo el mundo se han dedicado a los juegos imaginarios sin que se les haya enseñado a hacerlo. Esencialmente, todos los humanos nacen con una habilidad innata para jugar a fingir.
La Dra. Stephanie Carlson y sus colegas del Instituto de Desarrollo Infantil se centraron en los juegos de roles. Querían descubrir la función de estos juegos e identificar en que maneras la imaginación de un niño puede beneficiar su desarrollo. Más específicamente, querían explorar cómo los juegos de roles se conectan con la función ejecutiva. Las habilidades de la función ejecutiva son nuestra capacidad para almacenar y utilizar información, exhibir el autocontrol, y ser flexibles y adaptables en diferentes situaciones. En otras palabras, habilidades súper importantes que pueden ayudar a los niños a tener éxito en las relaciones, en lo académico, en las carreras y en muchas otras áreas de la vida.
Aspectos destacados
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- En un estudio sobre la relación entre los juegos de roles y las habilidades cognitivas, los investigadores dieron a los niños de preescolar una tarea difícil, y les dijeron que podían simplemente trabajar en averiguarlo – o podían disfrazarse de Batman y trabajar en ello.
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- Los niños que eligieron abordar la tarea mientras fingían ser Batman mostraron habilidades de pensamiento más flexibles, pasaron más tiempo en el desafío y estaban más concentrados y tranquilos.
- Un autor del estudio explicó que «fingir pone ‘distancia psicológica’ entre un niño y la tarea en cuestión… ayudándoles a alejarse de un problema y pensar en él desde múltiples ángulos».
- ¿Enseñanza para los padres y cuidadores de niños pequeños? ¡Imaginar que son fuertes, poderosos y confiados los hace sentir fuertes, poderosos y confiados! Jugar a fingir está intrínsecamente ligado a las habilidades cognitivas centrales (¡y de la vida!).
El efecto Batman
Para probar los efectos de los juegos imaginarios en la función ejecutiva, Carlson y su equipo idearon un experimento que llaman «El efecto Batman». Su estudio se inspiró en la famosa prueba del malvavisco de 1972 creada por Walter Mischel en la Universidad de Standford. La Prueba de Malvavisco fue diseñada para examinar la capacidad de un niño para retrasar la gratificación y demostrar el autocontrol. Los participantes (niños de 3 y 4 años) se sentaron solos en una mesa y se les dio un malvavisco. Se les dijo que podían comer el malvavisco, o si esperaban unos minutos, podían comer dos malvaviscos cuando el investigador regresara. Los estudios de seguimiento mostraron que los niños que podían esperar tenían mejores resultados en la vida, como mayores puntuaciones en el SAT, logros educativos, salud y otras cuestiones.
Una estrategia que los niños usaron para lidiar con la lucha de la espera fue jugar a fingir. Por ejemplo, algunos fingían «alimentar» con su malvavisco a un amigo imaginario para ayudar a pasar el tiempo. Así que Carlson y sus investigadores decidieron profundizar en la técnica de los niños de hacer creer. En su experimento, un juguete fue encerrado en una caja de cristal y los niños recibieron un juego de llaves para intentar abrirlo. Sin embargo, ninguna de las llaves funcionó. Su objetivo era ver cómo los niños manejaban la tarea imposible.
A los participantes de 4 años se les dio a elegir. Podían seguir intentando abrir la caja de cristal o podían elegir disfrazarse como Batman (o Dora la Exploradora) y continuar la tarea. Los resultados mostraron que los niños que jugaron con el rol escogido mostraron habilidades de pensamiento más flexibles, pasaron más tiempo en el desafío, y estaban más concentrados y calmados. Uno de los participantes declaró con audacia que «Batman nunca se frustra». Carlson explica que «fingir pone una ‘distancia psicológica’ entre un niño y la tarea en cuestión. Fingir ayuda a un niño a alejarse de un problema y a pensar en él desde múltiples ángulos. Le ayuda a ver diferentes opciones para encontrar una solución».
Enseñanzas del estudio
Aunque en este estudio participaron niños de 4 años, El Efecto Batman apunta a algunas conclusiones maravillosas sobre los juegos imaginarios para todas las edades. Cuando se trata de un niño pequeño que juega a fingir, debemos tener en cuenta algunas cosas:
- Los niños usan las mismas redes cerebrales cuando juegan a fingir y cuando están en situaciones de la vida real. Esto significa que cuando se imaginan que son un superhéroe, utilizan las mismas redes neuronales cuando se enfrentan a retos reales.
- ¡Imaginar que somos fuertes, poderosos y confiados, nos hace sentir más fuertes, poderosos y confiados! ¡Eso es cierto para los niños pequeños y los adultos!
- Jugar a fingir es una gran parte de la construcción de las habilidades de la función ejecutiva. Es importante que los padres y los cuidadores recuerden que este tipo de juego está intrínsecamente ligado a las habilidades cognitivas centrales (¡y de la vida!).
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